Los principales objetivos que poseen los procesos terapéuticos son los de generar una base de empoderamiento, autonomía, estabilidad y bienestar a largo plazo. Para ello resulta imprescindible explorar y trabajar de manera profunda, las diferentes áreas personales de los pacientes que acuden a consulta. La terapia integradora nos permite alcanzar estos objetivos ya que, ofrece una visión global del problema.

​

Este tipo de terapia tiene en cuenta: 

• El ámbito cognitivo: La manera de pensar que presenta el paciente.

• El ámbito conductual: Su manera de actuar frente a esos pensamientos. 

• El ámbito fisiológico: Los procesos biológicos internos que pueden estar influyendo.

• El ámbito afectivo: Las emociones que se experimentan como consecuencia de la interacción de todos estos ámbitos.

​

A su vez, la base humanista de la terapia pone el acento en la importancia que tiene el vínculo del terapeuta con el paciente como proceso sanador. Esto significa que, la relación terapeuta-paciente se enfoca desde la perspectiva de la calidez, la empatía y el respeto de los tiempos de los pacientes, para alcanzar sus objetivos terapéuticos.

 

Gracias a esta visión de la terapia, se consigue una adecuada sintonía dentro del marco terapéutico que permite acompañar a la persona de manera eficaz durante su proceso de sanación.